martes, 29 de agosto de 2017

Cabía una vez, de David Wapner

De chicos nos acostumbraron a que cada vez que aparecía un "había una vez", empezaba una historia. Bueno, este libro de poesías de David Wapner no viene a refutar eso. Agrega que hay otros posibles inicios, muy parecidos como "Lamía una vez", "Cabía una vez", "Partía una vez", etc. Claro, ¿por qué empezar con el mismo verbo, si hay otros disponibles?



Esta poesía nos cuenta qué significa para el autor comerse, devorarse, degustar un libro.

La tinta

Lamía una vez un libro,
para sentirle el gusto a la tinta.

La tinta era amarga, 
por eso me gustaba.

También sabía dulce, 
por eso me gustaba.

Lamía en realidad la tinta, 
para sentir el gusto del libro.

Coincido en que los mejores libros son los que tienen algunos sabores amargos y dulces a la vez. Me parece sumamente interesante la forma en que está escrita la poesía, con ese inicio y final tan dialéctico.

Otra de mis preferidas es Viento escoba, que tiene un tono más absurdo, porque la vida en sí misma lo es:

Viento escoba

Barría una vez
el viento la vereda.

Por un instante,
bien barrida:
sin hojas, papeles, colillas.

Enseguida, de nuevo,
cubierta la vereda
de colillas, papeles, hojas.

Basura que barrió el viento,
un minuto antes,
en otra vereda.

Que Juan Lima, otro gran poeta, haya participado del libro con sus ilustraciones, produce que además de devorarnos el libro con la boca, lo saboreemos con la mirada.

He leído algunas de estas poesías a unos niños que luego crearon las suyas jugando con la propuesta del autor. Sus historias empezaban con otros verbos, elegidos al azar. Porque al fin y al cabo, la poesía es un juego y a los poetas les llegan, de alguna manera, las palabras para que estén allí, dándole sentido al mundo.






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