martes, 29 de agosto de 2017

El último mago o Bilembambudín, de Elsa Bornemann

Vamos a recordar un clásico, una novela de Elsa Bornemann que ha maravillado a varias generaciones. Este es el típico libro que todo padre, madre, tío, tía, tutor o encargado (como se dice en el colegio) debe compartir con el niño o niña y decirle: "leete este que yo lo leí a tu edad y me encantó" o "te voy a leer este libro que me gustó mucho cuando era chico". Es un libro como la receta de la abuela/o. Nadie le dice que no a las especialidades de la abuela/o. Y estoy practicamente segura de que ningún niño o niña a los que les guste la aventura y mundos mágicos pueden negarse ante tan fascinante historia. Porque es cierto que, a veces, sucede que los chicos desprecian nuestros  gustos de la infancia como: "¿este grupo de música te gustaba?" clavándonos una daga en el corazón. No solo por la crítica estética y, seguramente, razonable, porque nos hacen sentir viejos, sin nada para aportar a las futuras generaciones, fuera de moda, out. Pero los clásicos son clásicos precisamente porque no tienen caducidad. Y es ahí cuando esta novela de Elsa Bornemann nos da una mano. "Tenías razón, en tu época también había buena literatura", "Mirá vos, vos también soñaste con un mundo mágico, también fuiste niño/a".


Si todavía no saben de qué se trata esta novela, a modo de simple resumen podemos decir que Aldana, una niña muy valiente, ha sido seleccionada por un mago para llevar a cabo una misión sumamente importante, a la que asiste en el lomo de un dragón, luego convertidos en zapatos tipo GPS. Hay un código que descifrar para llegar a la torre del rey loco. Durante todo el trayecto, Aldana se encontrará con los hijos de Jeremías, que son super atípicos. Mis preferidos: el hombre que se infla como un globo cuando se enoja y el que debe llevar paraguas todo el tiempo (¡pobre hombre!).

La novela está muy bien escrita, realmente te inserta en la aventura. Si hay algo que no me termina de convencer es que haya un mensaje muy marcado sobre la protección de la naturaleza. No es porque esté en contra de eso, por favor, no quiero que venga Greenpeace a quejarse. Simplemente que me gusta que algunas cosas las reponga el lector por sí mismo.

Una linda novela para compartir en familia, entre docentes y alumnos. Ayudemos a Aldana a compartir su historia, a compartir los escritos de Elsa y a nosotros mismos a compartir nuestros recuerdos de infancia.

Cabía una vez, de David Wapner

De chicos nos acostumbraron a que cada vez que aparecía un "había una vez", empezaba una historia. Bueno, este libro de poesías de David Wapner no viene a refutar eso. Agrega que hay otros posibles inicios, muy parecidos como "Lamía una vez", "Cabía una vez", "Partía una vez", etc. Claro, ¿por qué empezar con el mismo verbo, si hay otros disponibles?



Esta poesía nos cuenta qué significa para el autor comerse, devorarse, degustar un libro.

La tinta

Lamía una vez un libro,
para sentirle el gusto a la tinta.

La tinta era amarga, 
por eso me gustaba.

También sabía dulce, 
por eso me gustaba.

Lamía en realidad la tinta, 
para sentir el gusto del libro.

Coincido en que los mejores libros son los que tienen algunos sabores amargos y dulces a la vez. Me parece sumamente interesante la forma en que está escrita la poesía, con ese inicio y final tan dialéctico.

Otra de mis preferidas es Viento escoba, que tiene un tono más absurdo, porque la vida en sí misma lo es:

Viento escoba

Barría una vez
el viento la vereda.

Por un instante,
bien barrida:
sin hojas, papeles, colillas.

Enseguida, de nuevo,
cubierta la vereda
de colillas, papeles, hojas.

Basura que barrió el viento,
un minuto antes,
en otra vereda.

Que Juan Lima, otro gran poeta, haya participado del libro con sus ilustraciones, produce que además de devorarnos el libro con la boca, lo saboreemos con la mirada.

He leído algunas de estas poesías a unos niños que luego crearon las suyas jugando con la propuesta del autor. Sus historias empezaban con otros verbos, elegidos al azar. Porque al fin y al cabo, la poesía es un juego y a los poetas les llegan, de alguna manera, las palabras para que estén allí, dándole sentido al mundo.






domingo, 6 de agosto de 2017

Suerte de colibrí, de Germán Machado

Esta es una historia sencilla. Le podría haber pasado a cualquiera. Alguien dijo, no recuerdo quién, que leer literatura te permite vivir muchas vidas. Uno puede ser, por un ratito,  un pirata que navega los grandes mares, un mago con invaluables pócimas, una persona que vivió en los tiempos del peinetón y miriñaque. Por tanto, ¿qué sentido tiene leer una historia que le puede pasar a cualquiera? Porque encontrarse un pájaro herido, estar enamorado, no saber qué decir, tener un conflicto familiar, le puede pasar a cualquiera y, dentro de ese "cualquiera", podemos estar nosotros. El único sentido que tiene leer una historia así es cuando está bien contada. Esta es una historia bien contada.


Germán Machado sabe elegir las palabras precisas para resaltar la belleza de las cosas. Hace que un colibrí, herido, en una caja, sin el contacto con las flores, sea majestuoso. Logra que percibamos cada sensación que tienen los personajes, desde lo molesto que es dormir un día de calor hasta los nervios que produce un amor adolescente en disputa.



No quiero spoilear demasiado, pero me gustaría mostrar mi punto. Voy a seleccionar un fragmento al azar para que, quienes no conocen al autor, me crean:

"La noche se avecinaba a Puerto Bidondo como la sombra extraviada de un enorme animal. Se encogía calurosa contra las ventanas de la casa. Rumiaba oscuridades".

Y otro más, porque no puedo evitarlo, me gusta que los niños lean este tipo de expresiones:

"El árbol es frondoso y el aire que corre debajo parece más fresco que el que apenas corre por la calle. En los días de más calor del verano, a Roberto le gusta quedarse a la sombra del laurel: su único árbol. Está convencido de que ese árbol es lo que le da frescura al aire, sea por el aroma que desprenden sus hojas o por la espesura de su verde ensombrecido. <El laurel condimenta el aire>, piensa, y aspira hondo". 

Algo para considerar es que la primera edición es del año 2012, por eso los personajes adolescentes utilizan Facebook. Cuando los padres, tíos y abuelos empezaron a aprender a usarlo, a comentar, a subir fotos "vergonzosas" de ellos de chicos, etc, los adolescentes se fueron yendo para otras redes sociales. También, que al ser una historia que transcurre en un tiempo corto, los personajes no se pueden desarrollar más.

De cualquier manera, hay historias sencillas que merecen ser contadas porque a veces necesitamos una mirada poética sobre lo cotidiano, sobre lo que le puede pasar a cualquiera. Al fin y al cabo, los amores adolescentes, la naturaleza, tienen de por sí una magia. Es cuestión de saber observar.

El libro fue editado por Edelvives.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...