lunes, 25 de julio de 2016

Matilda, de Roald Dahl

Al principio de esta historia, se contraponen dos clases de padres. Los padres que hablan maravillas de sus hijos de una forma desmedida y los padres que no saben valorar a sus hijos, como los Wormwood.

Los Wormwood tienen dos hijos, Michael y Matilda. Como Michael es el elegido para continuar con el dudoso negocio del padre, recibe más atención. En cambio Matilda, poseedora de una inteligencia excepcional, es ignorada y maltratada. La niña, protagonista de esta historia, cambiará su suerte gracias a los libros, a sus poderes y a su maestra. De hecho, en la novela se hace mención a otros libros que generaron gran impacto en la pequeña Matilda y, seguramente, en el propio Dahl.


 
La película de Danny DeVito, de 1996, ha popularizado esta historia y, aunque sus actuaciones y las del resto del elenco estén bien, considero que el libro es superior. Ocurre que en el libro se hace hincapié en desarrollar los personajes mientras que en la película el fuerte está en los poderes que tiene Matilda. Algo que en la novela aparece recién al final. Como Matilda no sabe que tiene poderes, hace travesuras para vengarse del padre.


En el libro, hay unos diálogos brillantes entre padre e hijo sobre cómo cambiar el contador de kilómetros, calcular las ganancias sobre la venta de autos usados que demuestran lo chanta y fanfarrón que es el señor Wormwood.

Es que el señor Wormwood, vendedor de autos usados, le hace honor al dicho que tenemos en Argentina: "A este no le compro un auto usado" para referirnos a una persona de poca credibilidad.

Por otra parte, hay una genial descripción de la directora de la escuela, de  Trunchbull. Una exatleta, lanzadora de martillo, que se debe secar la espuma que larga por la boca. Su peor defecto es su manía por culpar a alguien sin tener ninguna prueba.

En el libro podemos ver una excelente descripción del terror que genera:

"El chico se quedó a un lado. Parecía nervioso. Sabía de sobra que no estaba allí para recibir un premio. Miraba a la directora con ojos cautelosos y se fue alejando de ella poco a poco, con ligeros movimientos de los pies, como lo haría una rata de un perro que estuviera observándola desde el otro extremo de la habitación. El temor y la aprensión habían vuelto su cara, regordeta y blandengue, gris. Llevaba las medias caídas sobre los tobillos".

Hay otras escenas que también muestran lo intimidante que es esta directora. Escenas donde todavía Matilda no conoce sus poderes. Eso resulta más inquietante porque uno no sabe cómo va a sobrevivir a la furia de esa mujer.

Por último, me gustaría dejar un fragmento de la novela en donde Roald Dahl, a través de un diálogo de la señorita Honey y Matilda, demuestra su propia concepción sobre la literatura infantil.

"Me gustó El león, la bruja y el armario- dijo Matilda-. C.S.Lewis es un escritor muy bueno, pero tiene un defecto. En sus libros no hay pasajes cómicos.
-En eso tienes razón- dijo la señorita Honey.
- Tampoco hay pasajes cómicos en los de Tolkien.
-¿Crees que todos los libros para niños deben tener pasajes cómicos?, preguntó la señorita Honey.
-Sí- dijo Matilda-. Los niños no son tan serios como las personas mayores y les gusta reírse."

Si bien Roald Dahl es uno de mis autores preferidos de la literatura infantil, por cómo escribe y por su concepción de la literatura para niños, no estoy de acuerdo con este punto. Creo que es cierto que los niños ríen más que los adultos pero que también pueden disfrutar de obras que no tengan pasajes cómicos. La literatura nos tiene que transportar a distintos mundos y conectar con distintas emociones.

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